miércoles, 13 de marzo de 2013

Un Amor que Nutre y Cría


En el lenguaje griego antiguo existen tres formas de amor: Eros, Philia y Agape.
Eros es el amor romántico y sexual; Philia es el amor amistoso y afectivo;
Agape es el amor espiritual y compasivo.
Este último durante algún tiempo fue traducido como Caridad.
Agape fue el nombre que se le dio las reuniones de los primeros cristianos donde compartían las enseñanzas de Jesús en medio de comida o banquete, una comunión.
Tomando en cuenta esto creo que Agape se refiere al amor que alimenta, que nutre, que se expresa a través de la compasión y la espiritualidad.
Puedes amar pasionalmente a alguien hasta la locura y eso está bien.
Puedes amar a alguien desinteresadamente y eso es bueno.
Puedes amar a alguien ayudando económicamente o en especie y eso es admirable.
Pero nutrir a alguien con tus acciones, tus palabras, tus ejemplo o sólo con tu presencia y con ello se convierta en una mejor persona es llevar el amor a su más alto nivel.
Y eso es el amor cristiano, el amor que te alienta y te enseña, el amor que te nutre y te cría.
En otras palabras, el amor en su máxima expresión.

—El Evangelio de la Alegría de Marco Rubio 乂◠‿◠乂

Este texto fue inspirado en una historia sobre San Francisco de Asís.
San Francisco y la comunidad en la que vivía, realizaban tremendos y estrictos ayunos durante la cuaresma. Una noche, cuando todos los frailes se encontraban retirados en las celdas del convento, escuchó los gemidos de un hermano; se levantó y fue donde estaba el hermano que lloraba. Se acercó
y le preguntó:
- Hermano, ¿qué te pasa?
El fraile respondió:
- Lloro porque me muero de hambre.
Francisco ni corto ni perezoso, despertó a todos los hermanos y les explicó que el ayuno está muy bien, pero que no pueden dejar que un hermano se muera de hambre. Pero como no está bien que dejen al hermano comer solo, para que éste no pase vergüenza, todos deben acompañarle. Así que los hizo levantarse a todos y se dirigieron al comedor. Y la comida se convirtió en una fiesta. Es verdad que en la mesa no había más que un pan y unos pocos rábanos, pero, eso sí, estaban bien regados por la alegría común.
Está bien dar de comer al hambriento; pero es mucho mejor compartir todos juntos la humilde alegría que tenemos.
Por supuesto que aquel fraile volvió a tener hambre después, pero definitivamente lo que nunca olvidará será el gesto de amor que tuvieron sus hermanos al compartir con él la mesa a esas horas de la noche.

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